Plazas de Toros

$1,500.00

Autor: Francisco López Izquierdo
Editorial: Edimat
Encuadernación: Pasta dura
Páginas: 178 (25 x 31 cm)

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Autor: Francisco López Izquierdo
Editorial: Edimat
Encuadernación: Pasta dura
Páginas: 178 (25 x 31 cm)

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No pocas plazas de toros de España poseen notables peculiaridades. Tenemos, según mis cálculos, veintidós consideradas como las más antiguas. Llamo

antiguas a las que subsisten de los siglos XVII y XVIIL situadas en el interior de castillos o baluartes, quince. Adosadas o cercanas a santuarios, dieciocho, de forma octogonal u ochavada, diecinueve. Cuadradas o rectangulares, veintisiete. Semienterradas, veinte. Con diversas peculiaridades no clasificadas en los anteriores apartados, quince. Seis de esas plazas de toros poseedoras de alguna peculiaridad figuran en el presente libro:

Santa Cruz de Mudela, antigua, del siglo XVII. y cuadrilonga. Aneja a Santuario.

Aranjuez y Ronda, antiguas, del XVIII.

Sevilla, inscrita en una manzana de viviendas, cuyo ruedo no es círculo perfecto, y también del siglo XVI.

Zaragoza, antigua, del XVIII, pero reformada.

Estepona, moderna, pero asimétrica.

En la Edad Media se corrían toros en los cosos —espacios ante los templos—, en los patios de los castillos o en calles con cierta anchura, pues había pasado el tiempo en que el modo de vivir romano en la polis, con magníficos edificios llamados anfiteatros, había pasada a la historia, merced al empobrecimiento de Occidente. Se empezó a correr toros en las plazas mayores, herederas del foro romano, adaptadas debidamente con tablados y barreras, y aprovechándose las ventanas del ámbito cuadrilongo para los espectadores, costumbre que todavía se conserva en no pocas poblaciones.

Dos tipos de festejos se daban en la Edad Media: los populares para conmemorar anualmente a los Santos Patronos, en que se hacían capeos por parte del pueblo y raíz del espectáculo mercantil y mercantilizado, que muchos creen ser lo más importante de la tauromaquia, y los organizados por la Corte, en que generalmente se lidiaba a caballo.

Según Luis del Campo, Coso era el espacio en que evolucionaban las reses y sus antagonistas, y plaza, la suma de ese espacio más las localidades ocupadas por los mirones.

Para las fiestas anuales en el espacio considerado suficiente —trozo de vía pública con cierta anchura o en plaza mayor— la adaptación resultaba costosa, pues había que elevar unos tablados o tendidos alrededor, mientras loa balcones o ventanas se aprovechaban también. Costoso y carente de seguridad por hundimiento o fuego. Además, estos espacios cuadrilongos tenían el inconveniente de aquerenciarse los astados en alguno de ellos.

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