Patio de Cuadrillas

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Autor: Manuel Horta
Editorial: Edamex
Edición: Junio 1988
Encuadernación: Pasta dura
Páginas: 88 (22 x 29 cm)

Excelentes condiciones

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Autor: Manuel Horta
Editorial: Edamex
Edición: Junio 1988
Encuadernación: Pasta dura
Páginas: 88 (22 x 29 cm)

Excelentes condiciones

Cuando un escritor que enriqueció la prosa con nostalgias virreinales, decide servir a una afición, la encuentra en el toreo, arte hispánico y por ello, también tan nuestro.

Manuel Horta, el esteta cuyo nonagésimo aniversario celebramos en 1987, nació para crear belleza. Publicó libros que recoge la posteridad li­teraria («Vitrales de Capilla”, «Estampas de Antaño’, «Vida ejemplar de Don José de la Borda’’); también escribió en el agua del periodismo, allí también dejó la huella de su genio y de su oficio.

El arte del toreo cobra dimensión de gesta heroica cuando la pala­bra y el pincel lo describen. Y así sucedió con Manuel Iloria: mojó en emoción la pluma de ave y después de su encuentro con los personajes fantasmales de la Nueva España, salió al sol, a la plaza, y orientó hacia la lidia su inspiración de figura señera de las letras castellanas, para dar una nueva trascendencia al comentario sobre la fiesta brava.

Durante más de cincuenta años llevó a las páginas de «Excélsior”, su buen decir sobre el toreo. Hasta en el tedio de las corridas irrelevantes sur­gía el estallido de su ironía. En la gloria efímera de la gran faena, en la apoteosis del arlequín de seda y oro, descubrió la superación plástica o la aportación de originalidad. No olvidó la figura legendaria de Ponciano Díaz para escribir su «Silueta de un Torero de Ayer”.

Federico M. Alcázar en España y Manuel Horta, Carlos Septién Gar­cía, Carlos Quirós y Rafael Solana 1 y II, en México, elevaron a la crónica taurina hasta la dignidad del ensayo literario.

Manuel Horta, todavía con las manos llenas de aplausos, llegaba en la misma tarde de la hazaña taurina a escribir sus impresiones. Y si era pun­tual y docto en la reseña —como hoy lo es Aurelio Pérez— para que nada escapara al coleccionista de efemérides, antes dejaba correr su pluma por los dominios de la poesía. Como orfebre de la palabra, la hacía cauce y río de emoción, con la cita poética que su erudición le entregaba.

Había en el universo que lo rodeaba, una nostalgia y una jovialidad presentes. Nunca supo envejecer, porque su frescura intelectual corría pa­rejas con la pasión de los años mozos.

Al cumplir cincuenta años como cronista taurino de «Excélsior , su prosa y sus imágenes literarias seguían abriendo el horizonte del campo bravo, con el sol de ese invierno-primavera de su vida.

Por mexicano, tan español en su acercamiento a la fiesta, Manuel Horta dio cátedra literaria en los preámbulos que reprodujo Excélsior en el paréntesis de comunión estética con los lectores.

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