Autor: L. Romero
Editorial: Independiente
Edición: septiembre 1965
Encuadernación: Pasta rústica
Páginas: 96 (17 x 23)
Excelentes condiciones
Mis queridos lectores:
No pretendo ni mucho menos, como si dijéramos, presumirles de que soy muy letrado. Más bien soy falto de agricultura. Sin embargo, dentro de mi rústico intelecto, quiero hacer algo como tirando a comentario; como si fuera una opinión o más bien un epilogo, que a lo mejor resulta un prólogo. Esto lo hago por tres razones: La primera. La segunda y la tercera.
Ya aclarado mi propósito, no me queda sino seguir adelante con lo que dejé atrás. Y en esa forma, presentar este libro que lleva entre otros objetivos, primero, que se le compre y luego, que se le discuta. Porque de la discusión nace la luz y anda alumbrado anda contento. Y así espero que estemos todos, pues la tristeza es madre de todos los vicios. Y el que no los tenga, que con su pan se lo coma.
Así que uno se asoma a la lectura de este libro, tiene que reconocer que el autor es un viejo enamorado de la fiesta brava y sus expansiones, equivocadas o no, son sinceras y de un aficionado de buena cepa. Y ya que hablamos de cepa, sepan ustedes que hablar y conocer de toros, debería ser privilegio exclusivo de las vacas, que son las que conocen de sus debilidades. Pero como dice un conocido cronista taurino, la fiesta brava no es una graciosa huída, sino una apasionada intriga. De manera que mejor vamos a hablar de la fiesta, que es lo único que nos interesa. Y volviendo al autor de este libro, es muy loable la sincera espontaneidad con que defiende a Manuel Benítez, «El Cordobés», de la diatriba sistemática de que es objeto, por parte de algunos inconformes. Además, no es cosa de ocultar mi viva admiración por «El Mechudo», con quien me ligan lazos de amistad fraterna, no obstante que hay muchos pelos de por medio. Siempre que se hable de «El Cordobés», el asunto tendrá pelos.
Usado en buenas condiciones
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